Hoy ya ni Tritiacio defiende nuestros bosques, ni Asitrita se manifiesta en forma de nieve, ni Vaelico recorre nuestras cumbres, ni Ataecina renace con cada ciclo anual. El cristianismo se llevó todo por delante, arrasando cultura y tradición, aunque aún queden vestigios ancestrales en nuestra cultura como parte de nuestra lengua, elementos de nuestra gastronomía o arquitectura o fiestas como el Taraballo en honor del dios Taranis o el Jarramplas.
Pese a todo, nuestra naturaleza sigue conservando parte de antiguo esplendor y pureza, intercalada con cultivos de cerezos desde tiempos ancestrales y salpicada de pequeños pueblos ajenos al devenir de los tiempos, siendo salpicados por el gotear casi constante de la lluvia, abrazados por la niebla y cubiertos por la nieve invernal.
Mi pequeño homenaje a esta tierra en la que nací, y en la que nacieron, vivieron y murieron todos mis antepasados




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